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2009-2012 ----- ¡Estamos de vuelta! Así mismo, les recordamos que pronto habrá una limpieza de personajes inactivos, registros fantasma y fichas sin completar.
Lejos de casa.
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Lejos de casa.
Parte de los banales beneficios que nuestros vecinos de Forks le encontraban al apellido Cullen era el dinero suficiente para realizar viajes y compras cuando uno lo deseara. Lamentablemente, o al menos porque yo siempre había sido así, desde que había perdido la mortalidad y había enfrentado la posibilidad de perder a mi hija y al resto de mi familia todas esas cosas como la ropa, los autos, los viajes, no eran más que cosas superficiales. Pero claro, eso ya lo sabía desde antes, nunca fui muy apegada a los objetos materiales, solo que ahora tenía un significado mucho más exagerado y menos únicamente ético.
Ahora bien, por distintos motivos me habían encomendado ir hasta Seattle para cumplir con la entrega de matrículas e informes del trabajo de Carlisle, asuntos de los que realmente no sabía ni entendía mucho pero con llegar y hacer el trámite alcanzaba y entre más rápido lo hiciera, mejor. No era muy lejos pero cumplía con la característica de estar lejos de casa,
Como siempre el lugar me resultó sumamente parecido a Forks y de inmediato una sensación de nostalgia me invadió, una nostalgia buena y cálida y agradable. Sin embargo, mientras caminaba por la calle de repente esos pensamientos bañados de recuerdos agasajadores se cortaron de repente, se desvanecieron tan rápidamente como mis instintos se pusieron en alerta y mi andar se detuvo. Lo había sentido, podía olerlo, siempre era fácil de distinguir cuando entre la multitud alguien no era humano. Pero...¿Dónde estaba? Miré a un lado y a otro, buscando con la mirada minuciosamente el rostro de aquella presencia claramente vampirica.
Ahora bien, por distintos motivos me habían encomendado ir hasta Seattle para cumplir con la entrega de matrículas e informes del trabajo de Carlisle, asuntos de los que realmente no sabía ni entendía mucho pero con llegar y hacer el trámite alcanzaba y entre más rápido lo hiciera, mejor. No era muy lejos pero cumplía con la característica de estar lejos de casa,
Como siempre el lugar me resultó sumamente parecido a Forks y de inmediato una sensación de nostalgia me invadió, una nostalgia buena y cálida y agradable. Sin embargo, mientras caminaba por la calle de repente esos pensamientos bañados de recuerdos agasajadores se cortaron de repente, se desvanecieron tan rápidamente como mis instintos se pusieron en alerta y mi andar se detuvo. Lo había sentido, podía olerlo, siempre era fácil de distinguir cuando entre la multitud alguien no era humano. Pero...¿Dónde estaba? Miré a un lado y a otro, buscando con la mirada minuciosamente el rostro de aquella presencia claramente vampirica.
Bella Cullen- Cantidad de envíos : 1769
Edad : 37
Localización : Forks, Washington, C.A
Estado Civil :- Casad@
Frase : No one's ever loved someone so much as I love you.
Reputación : 41
Puntos : 882685
Personaje
Raza: Vampiro vegetariano
Don: Escudo Mental
Re: Lejos de casa.
-Seguro no quiere un café, o u capuccino, puedo traerle lo que quiera, la casa invita-. Repitió quizá por cuarta vez la camarera que insistía en atarme y llevarme hasta su casa para hacer de mi su muñeco sexual. Obviamente yo no estaba realmente interesado en beber café o en tomar un pastelillo... excepto por el que corría por sus venas.
-Gracias, pero ya le he dicho que no. Voy a esperarla aquí hasta que salga de trabajar... ¿le molesta si fumo?-, expliqué impasible y saqué del bolsillo de mi gabán una pequeña pipa marcada con las iniciales de mi familia. La trabajadora me miró sonrojada, con toda esa sangre acumulada en su rostro y asintió para hacerme saber que no tenía problema con que encendiera mi antiquísima pipa aún cuando en la puerta del local se avisaba claramente que estaba prohibido fumar.
Los minutos pasaron y las nubes del exterior seguían estando iguales. El sol no se calaba ni siquiera un poco por entre el brumoso cielo de Seattle y los humanos, uno a uno entraban al café, no sin antes dar un vistazo rápido a la mesa de la esquina en la que por supuesto me encontraba sentado observando cómo sus patéticas vidas se paseaban distraídas por las calles.
La tarde ya empezaba a caer y nada interesante había pasado, la camarera con la que pensaba disfrutar la cena, o más bien la que sería mi cena ya se preparaba para salir del trabajo manteniendo esa sonrisa estúpida con la que me había estado mirando todo el día cuando pude sentir que algo mucho menos patético que el resto de los presentes caminaba por la calle.
-¡Pero qué sorpresa! Susurré sabiendo que aún fuera del café ella me escucharía y crucé la puerta con los ojos de la camarera clavados en mi espalda, no había terminado de cerrar la puerta cuando recordé, entonces me giré, me despedí con la mano y dejé a la molesta chica petrificada en la barra con tan solo guiñarle el ojo. Entonces me dirigí despacio hasta donde se encontraba mi igual, me planté justo en frente de ella y le sonreí complacido -Basta solo apreciar su aroma para saber que no es de por aquí- Bromeé mientras le sonreía amablemente.
-Gracias, pero ya le he dicho que no. Voy a esperarla aquí hasta que salga de trabajar... ¿le molesta si fumo?-, expliqué impasible y saqué del bolsillo de mi gabán una pequeña pipa marcada con las iniciales de mi familia. La trabajadora me miró sonrojada, con toda esa sangre acumulada en su rostro y asintió para hacerme saber que no tenía problema con que encendiera mi antiquísima pipa aún cuando en la puerta del local se avisaba claramente que estaba prohibido fumar.
Los minutos pasaron y las nubes del exterior seguían estando iguales. El sol no se calaba ni siquiera un poco por entre el brumoso cielo de Seattle y los humanos, uno a uno entraban al café, no sin antes dar un vistazo rápido a la mesa de la esquina en la que por supuesto me encontraba sentado observando cómo sus patéticas vidas se paseaban distraídas por las calles.
La tarde ya empezaba a caer y nada interesante había pasado, la camarera con la que pensaba disfrutar la cena, o más bien la que sería mi cena ya se preparaba para salir del trabajo manteniendo esa sonrisa estúpida con la que me había estado mirando todo el día cuando pude sentir que algo mucho menos patético que el resto de los presentes caminaba por la calle.
-¡Pero qué sorpresa! Susurré sabiendo que aún fuera del café ella me escucharía y crucé la puerta con los ojos de la camarera clavados en mi espalda, no había terminado de cerrar la puerta cuando recordé, entonces me giré, me despedí con la mano y dejé a la molesta chica petrificada en la barra con tan solo guiñarle el ojo. Entonces me dirigí despacio hasta donde se encontraba mi igual, me planté justo en frente de ella y le sonreí complacido -Basta solo apreciar su aroma para saber que no es de por aquí- Bromeé mientras le sonreía amablemente.
Jack LeBlanc- Cantidad de envíos : 6
Edad : 29
Estado Civil :- Solter@
Reputación : 1
Puntos : 657321
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